Salta, 26 de junio de 2004 Mi nombre es Irene Gutiérrez y quiero dar testimonio de la asistencia y compañÃa de la Inmaculada Madre del Divino Corazón EucarÃstico de Jesús y su Divino Hijo durante la enfermedad y sobre todo en el momento de la muerte de mi querida prima MarÃa Isabel Jerez.En el mes de junio del año 2002 le diagnosticaron una cruel enfermedad “Esclerosis Laterial Ameotrófica†que irÃa poniendo rÃgidos sus músculos hasta postrarla en silla de ruedas a fines de ese año sin movimientos en sus piernas y brazos.A partir del verano del año 2003 comenzamos a venir a consagrarnos a la Inmaculada Madre del Divino Corazón EucarÃstico de Jesús y a su Divino Hijo todos los sábados que pudimos y durante casi un año y medio.Cada sábado que rezábamos en este cerro y que MarÃa Livia le hacÃa la Oración de Intercesión volvÃa alegre y con fuerzas para seguir su semana con esa pesada cruz que después le impidió hablar y luego también tragar y alimentarse.Gracias a la ayuda de la Inmaculada Madre pudo llevar esta cruz con dignidad y aprendió a aceptarla dando ejemplo a los que la acompañamos.Si el Señor y su Madre dispusieron no curarla y la llevaron con ellos, lo hicieron concediéndole muchas gracias aquÃ, no terminó en cama con llagas, y tuvo una dulce muerte sin sÃntomas de asfixio o ahogo como era lógico esperar en su enfermedad. Asà su madre la vió morirse mansamente, habÃan estado rezando el Santo Rosario minutos antes con plena conciencia mental y se despidió mirando suavemente a su madre y a una señora que la acompañaba muriendo la madrugada del miércoles 23 de junio, dÃa de Santa Isabel, como su nombre.Asà pude comprender que a veces cuando no se nos cura de los males corporales, si estos son ofrecidos como ella lo hizo a la Inmaculada Madre y su Divino Hijo son un medio de purificación que otorgan gracias durante la enfermedad y en el momento de la muerte como a ella.Gracias MarÃa Livia, a Carlos, a MarÃa del Carmen, a Guido, a Mariano, a Miguel y a todos los demás servidores que los sábados nos ayudaban y nos regalaban sus sonrisas haciendo más llevadero a MarÃa Isabel su enfermedad.Que Dios los bendiga y les de fuerzas para seguir con esta Obra. Irene Gutiérrez
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