COMITÉ DE HONOR DEL DICCIONARIO DE LAS “APARICIONES”

(Pág. 8 y 9)

 

Su Eminencia Cardenal Augustín Mayer, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Su Eminencia Cardenal Roger Etchegaray, presidente emérito del Consejo Pontificio de la Justicia y de la Santidad del Consejo Pontificio “Cor Unum”.

Su Eminencia Cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura.

Su Eminencia Cardenal Lorenzo Antonetti, presidente emérito de la administración del patrimonio de la sede apostólica.

En memoria del Cardenal Jaime L. Sin, Arzobispo de Manila.

Su Eminencia Cardenal Philippe Barbarie, arzobispo de Lyón.

SAR la princesa Françoise de Borbon Lobkowicz, presidente de la Asociación Malta-Líbano.

Monseñor André-Martien Leonard, obispo de Namur.

Su Excelencia Monseñor Joseph Madec, obispo emérito de Frejus-Toulon.

Monseñor Jacques Terrier, obispo de Tarbes-Lourdes.

Su Excelencia Monseñor Dominique Rey-Obispo de Fréjus-Tolón.

Don Joel Chauvelot, osb abad de Notre Dame de Tournay.

 

Señor Michel Albert,secretario perpetuo de la Academia de las Ciencias Morales y Políticas.

Señor Pierre Messmer, de la Academia Francesa ex primer ministro, canciller honorario del Instituto.

Señor Jean Foyer, del Instituto-ex ministro de Justicia.

Señor Pierre Chaunu, del Instituto.

Señor John Rogister, miembro corresponsal del Instituto de Francia, director de estudios asociados a la Escuela Práctica de Altos Estudios.

Señora Profesora Marie-Odile Rethoré, de la Academia Nacional de medicina.

Señor profesor Philippe Antonioz de la facultad de Medicina de Tours.

RP G Moraleja Calvo, presidente de la Academia Mariológica Pontificia Marianum.

RP Silvano Maggiani, presidente de la Facultad Pontificia de Teología “Marianum.”

RP Johann Roten, presidente del Instituto de Investigación Mariológica en la Universidad de Dayton.

RP Ignacio Calabuig, presidente de la Facultad de Teología Marianum.

 

 


LISTA DE COLABORADORES

(Pág. 10)

 

Dom Thomas Acklin osb, psicoanalista

Sylvie Barnay, profesor titular de la universidad de Metz

Dom Bernard Billt osb, teólogo e historiador

Profesor Michel de Boucaud, psiquiatra, profesor en la universidad de Burdeos-I

Gino Caneggianini, cineasta y productor

Christian Cannuyer, profesor en la universidad católica de Lille

Michel Corteville, sacerdote, teólogo

Anne Devoucoux, historiadora

Stefano Di Fiores, montfortiano, teólogo

René Humetz, ex juez de instrucción

Françoise Jeanlin, profesor en el Instituto ortodoxo San Sergio

Profesor Henri Joyeux, Cirujano, profesor de cancerología digestiva en la facultad de medicina de Montpellier

René Laurentin, Teólogo y periodista experto de Vaticano II.

Philippe Loron, neurólogo en La Salpétrière

Michel Magdelaine, cura de Notre Dame de Lourdes en Bastia.

Roland Maisonneuve, teólogo ensayista.

Christian Parmentier, periodista.

Émile Poulat, sociólogo, director de estudios en la Escuela de altos estudios de ciencias sociales.

François Rossier, marianista, teólogo, universidad de Dayton.

Patrick Sbalchiero, historiador y periodista.

Bernard Sesé, profesor emérito en la universidad Paris-X Nanterre.

R.P. Alain Toméi, canonista, oficial de la diócesis de Ajaccio

 


PREFACIO

(Pág. 11 y 12)

 

Este Diccionario de las “Apariciones“ de la Virgen María es un monumento. Su carácter colosal y único en su género exige, más que cualquier otra obra, un guía, y no puede haber otro más esclarecido que aquel mismo que es su hacedor, René Laurentin. Su larga y rigurosa introducción, verdadero “discurso del método”, nos entrega todas las claves que permiten entrar y evolucionar en el dédalo de un fenómeno religioso muy complejo en sí. Se debe comenzar por leer sus páginas metodológicas con la misma atención que se da a descifrar y a aplicar un prospecto farmacéutico, aunque sin el tedio ya que el recorrido mantiene animado.

Pues, como lo reconoce René Laurentin, se trata aquí de un “tema riesgoso”, “el menos estudiado científicamente, el más ocultado y el más controvertido”. Es cierto que la Iglesia ha podido hasta aquí enfrentar el surgimiento de apariciones marianas para examinarlas y situarlas con precaución en su paisaje interior. Pero la abundancia de visionarios constituye un caso que conviene estudiar desde el ángulo de la novedad. Ya en 1998, René Laurentin había dado la “señal de alerta” publicando un libro intitulado Multiplicación de las apariciones de la Virgen hoy ¿es ella? ¿qué quiere decir? ¡El presente diccionario censa cerca de 2.400! Se entiende así la dificultad de los obispos a quienes incumben los discernimientos necesarios.

Desde luego la palabra ”aparición” debe tomarse aquí en el sentido más amplio, en la variedad sorprendente de hechos informados y sin prejuzgar su autenticidad. No es por ello este diccionario un potpurrí de fenómenos insólitos o una prima para la inflación de signos sobrenaturales. Los grandes estudios de René Laurentin sobre Lourdes (30 volúmenes), Pontmain, La Salette, la Capilla de la rue du Bac en Paris, testimonian sobre una atención prioritaria prestada constantemente a manifestaciones debidamente reconocidas por la iglesia. Y el Diccionario, para evitar toda confusión, cuida de tratar aparte, deliberadamente en Anexo, gran número de “apariciones” recientes, todavía no cubiertas por el manto de la crítica histórica. Más que un primer balance, ya muy sustancial, presenta una plataforma, una base de partida para investigaciones con exigencias incesantemente afinadas. A estos efectos, inaugura la era interdisciplinaria del estudio de las “apariciones”, precisando por primera vez lo que cada disciplina científica, humana o religiosa puede y debe aportar a este estudio.

Será sin duda discutido, sometido a cuestionamientos, pero es esto lo que espera para una auténtica “presencia de María en nuestro tiempo”, retomando el subtítulo de un libro con acento ecuménico: apariciones, escrito en 1958 por Louis Lochet, un maestro espiritual que marcó mi vida sacerdotal. Él constataba que el hecho de las “apariciones”, “aunque ha sido asimilado por la vida de la Iglesia, todavía no ha sido asimilado por su pensamiento”.

Es preciso, por lo tanto, agradecer a todo el equipo redactor de este diccionario que, con la ayuda polivalente de Patrick Sbalchiero, se lanzó en una gran aventura para superar los contrastes paradojales que debe enfrentar el estudio actual de las “apariciones”. René Laurentin reconoce que el fenómeno religioso de las “apariciones” se sitúa “abajo, en la escala de valores” y certezas de la Iglesia: ningún cristiano está obligado, en conciencia, a creer en una “aparición”, incluso oficialmente reconocida. La Iglesia no se gobierna a golpes de apariciones y revelaciones particulares. La Iglesia no avala jamás videntes sino creyentes: reconoce lugares de peregrinación y de renovación de la fe, pero se pronuncia muy esporádicamente sobre la autenticidad de las “apariciones” que los hacen nacer.

En su comentario sobre el mensaje de Fátima, el cardenal Ratzinger recordaba en el año 2000 el Catecismo de la Iglesia Católica: “con el paso de los siglos, ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. No pertenecen sin embargo al depósito de la fe. Su papel no es mejorar o completar la revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivirla más plenamente en cierta época de la historia”.

Mi prefacio, como el conjunto de este diccionario quisiera ser aperitivo. Se vuelve hacia María, Madre de Cristo Salvador. René Lauretín, hace 20 años, al final de su libro crítico sobre la “multiplicación” de presuntas “apariciones”, recordaba el papel de María en la Iglesia: “Dios delegó a María ante los hombres para familiarizarlos con El. Ella es delegación privilegiada de la misericordia de Dios entre los hombres. Recibió por ello, al pié de la cruz, su vocación de Madre de los hombres. Escuchémosla repetirnos incansablemente lo que olvidamos leer en el Evangelio: hagan lo que El les diga”. María, espejo de nuestro tiempo y eco de la palabra eterna de Dios.

Cardenal Roger Etchegaray

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pág. 1301 a 1304

SALTA (Argentina): María Livia Galliano, nacida el 25 de diciembre de 1948, casada con Obeid, abuela, 3 hijos (adultos), pertenece a una familia católica ferviente.

En 1990, tiene sus primeras locuciones y un primer mensaje el 1 de julio: “Nuestra Señora de las Lagrimas te dirá lo que quiere el 16, debes rezar mucho por los pecadores, por los afligidos, por los que sufren ¡Amén!”

Nuestra Señora de las Lágrimas es el patronímico de la Virgen, venerada en la Catedral de Salta desde el siglo XVIII luego de una lacrimación.  Se la celebra cada año el 15 de septiembre, día de la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores. Es lo que atrae hoy a Salta cada sábado, enfermos y sobre todo niños discapacitados, inclusive mentales.

En total más de 600 mensajes a la fecha en la que escribimos, sin frecuencia regular.

Al cabo de algún tiempo la Virgen aparece a María Livia: velo blanco, vestido blanco, cinturón, manto azul esmeralda; parece tener apenas 15 años.

María Livia ve también a veces a Cristo, uno o varios ángeles le dan mensajes hoy editados (ver bibliografía).

El arzobispo emérito, Monseñor Moisés Julio Blanchoud (82 años), había autorizado el 31 de octubre de 1997 la publicación de los mensajes recogidos y reunidos por las carmelitas del Monasterio San Bernardo de Salta.

El 1 de abril de 1995, María Livia participa dolorosamente en la pasión de Cristo. Está entonces en su habitación, ve el corazón herido de Jesús delante del Sagrario de su parroquia (a cierta distancia). Le hace compartir los sufrimientos de su Pasión: “dolores físicos y morales inenarrables. No pude soportarlos, comencé a desvanecerme y sentí que mi corazón no resistiría. Pero el Señor me quitó este dolor, sin lo cual hubiera muerto”.

Esta experiencia se renueva de vez en cuando, sobre todo cerca de Pascua, sin estigmas visibles, pero el desvanecimiento necesitó consultas en el hospital: el examen clínico constató la frialdad del cuerpo, la palidez, el pulso imperceptible.

Desde este primer día Cristo le inspira una oración de consagración a su “Corazón Eucarístico”: “Toma mi Corazón, yo confío en ti Corazón Eucarístico de Jesús”. María Livia recibió la invitación a ayunar a pan y agua tres días por semana dejados a su libre elección según las circunstancias.

Su ejemplo es seguido por numerosos peregrinos de Salta y sobre todo los servidores, un grupo de 250 personas que se pusieron al servicio de la peregrinación, moral y materialmente.

Los mensajes no olvidan a Nuestra Señora de las Lágrimas: el 13 de junio de 1995, María Livia recibe estas palabras de Jesús:

“El mundo no se preguntó nunca cuantas lágrimas derramé durante mi Pasión y cuántas lágrimas amargas derramó mi Madre por la Redención. Prometo a quien rece todos los días de su vida 5 Padre Nuestros, 5 Ave Marías y 5 Glorias: mi asistencia y la de mi Sssma. Madre en la batalla final de su vida la conversión total de su alma, una verdadera contrición de sus pecados, el perdón el día del juicio para que entre conmigo en la gloria”. Desde el 2001, cada sábado día de la aparición semanal, los peregrinos suben al cerro de Salta, 200 m. por encima del nivel de la ciudad (1187 m.)  Sobre esta cima tiene lugar la aparición durante o justo después de la oración del rosario que comienza al medio día, hora del ángelus. Luego los peregrinos desfilan ante María Livia quien, al principio, trazaba una pequeña señal de la cruz en la frente de cada uno como lo hacen tradicionalmente algunos padres de familia en la frente de sus hijos, pero para no parecer usurpar un gesto sacerdotal, apoya solamente la mano en el hombro del peregrino. Aproximadamente uno de cada dos recibe la gracia del descanso en el espíritu: una relajación total, física, síquica y espiritual, que acarrea una caída suave por flexión o caída hacia atrás, facilitada por los servidores. María Livia no llama a esto el descanso en el espíritu pues ella no invoca al Espíritu Santo, sin negar que el Espíritu, siempre tan discreto y tan anónimo en su acción cumpla allí su papel, María Livia lo explica más bien como un abrazo divino, o una efusión de amor.

La multitud ha crecido progresivamente hasta 10 o 15.000 personas cada sábado.

Al día siguiente, domingo, dos veces por mes, María Livia encuentra a los peregrinos en una sala cercana: divulga el origen de las apariciones e invita a vivir el mensaje de oración y penitencia y de asiduidad a la confesión y a la misa.

A pedido del arzobispo, María Livia fue a Buenos Aires (con su marido y un médico elegido por el arzobispo, el Dr. Víctor Arias) para someterse al examen de una siquiatra y de una sicóloga, María Ana Ennis.  Ambas constataron la normalidad de María Liva pero no llegaron a un informe común luego de un desacuerdo entre dos opiniones sucesivas de la sicóloga que no concordaban a los ojos de la siquiatra.

Al pie del cerro se encuentra una capilla dedicada a Nuestra Señora de Schönstatt. Los mensajes de María Livia se refieren a veces a estas apariciones.

Los servidores acondicionaron el camino para subir al lugar de la aparición, una modesta capilla con una estatua de María “Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús”, pusieron bancos (más de 2.000 asientos), puntos de distribución de agua potable incluso los necesarios baños. La consigna observada en este lugar es el silencio, la oración y el recogimiento.

Ya hemos señalado cómo las Carmelitas habían discernido positivamente el mensaje. El arzobispo de entonces había autorizado la publicación. Había nombrado una Comisión de Investigación (11 miembros) que trabaja discretamente desde entonces. Uno de los miembros de esta Comisión, sin duda elegido por el lazo pastoral con los peregrinos, les dirigió en mayo de 2006 un mensaje para invitarlos positivamente a la oración y el discernimiento: feliz iniciativa en contraste con demasiadas Comisiones que deciden permanecer como esfinges de secreto.

El arzobispo actual vela pastoralmente sobre el fenómeno. Subió al cerro de las apariciones una sola vez en febrero de 2001. Se reunió 5 veces con la vidente de manera privada, pero indicando en cada ocasión la razón del contacto, sobre todo por los exámenes médicos.  El 7 de abril de 2003 publicó su posición (amplia y fundada) en una carta pastoral: Cuestión pastoral de la ermita del Cerro, dirigida al clero, a las Carmelitas de San Bernardo y a María Livia. Allí da su opinión sobre el estado de este movimiento de piedad todavía privado (los sacerdotes de la parroquia no lo han tomado a cargo pero vienen ocasional y discretamente para confesar). Resume así la impresión jerárquica:

“Estamos delante de un fenómeno de “revelación sin contenido” (expresión que escuché de su eminencia el Cardenal Ratzinger durante el encuentro de febrero de 2002 en ocasión de la visita ad limina)…los mensajes son repetitivos y la atención prestada a los más necesitados se canaliza solamente a través de la oración. La caridad no aparece hacia el prójimo que se expresa en obra de misericordia material. “

Desde 2002, la traducción práctica de la caridad se tradujo sobre todo por la recepción de enfermos e impedidos con sillas de ruedas y también niños discapacitados.

El documento episcopal emite otra preocupación: la organización de los servidores, muy unidos a la vidente, debe evitar toda deriva protagonista o sectaria. Un documento de los servidores respondió a esta preocupación episcopal el 14 de julio de 2005, remitiéndole el balance completo de sus esfuerzos espirituales y materiales. La positio del arzobispo finaliza con 8 disposiciones que prohíben a la vidente difundir o publicar en adelante los mensajes, al igual que las Carmelitas a las que invita a permanecer en su espiritualidad propia. Estas disposiciones fueron ampliamente difundidas y distribuidas en la catedral en un folleto. Fue una ruda prueba para la vidente y para los peregrinos que hasta entonces escuchaban los nuevos mensajes antes de cada decena del rosario. Ahora se atiene a los antiguos mensajes autorizados (caso análogo a San Nicolás).

La Devoción al Corazón Eucarístico no deja de vincularse con el “milagro” guardado discretamente en Salta. En 1987, una hostia se transformó en un pedazo de carne que tomó la forma de un corazón. Juan Pablo II vio este “milagro eucarístico” y parece haber adherido positivamente. El “corazón” estaría secretamente conservado en la cripta de la Catedral de Salta.

La administración eclesial de Salta es notable por su articulación del fuero externo y del fuero interno, por su prudencia canónica y su atención pastoral. Concilia de manera equilibrada el acuerdo entre la vigilancia reservada a estos carismas y la consigna del apóstol Pablo: “no apaguen el Espíritu”: Ni difamación, ni disuasión, ni represión sino una invitación discretamente modulada a cada paso, contacto, que canaliza a la vez el fervor y alienta y asiste al mismo tiempo el discernimiento de todos, no sin las tensiones normales entre los pedidos de María Livia o de peregrinos que desearían avances principalmente en cuanto al culto litúrgico en el cerro, y las reservas de las que el arzobispo es juez. Así el fervor eucarístico de la peregrinación llama a la celebración de la misa el sábado. El arzobispo no lo autorizó sino una sola vez el 8 de diciembre de 2003, vista la coincidencia entre el sábado (día de la aparición) y la fiesta de la Inmaculada Concepción. Pero, ante el mismo pedido en 2004, no dio respuesta y ante nuevo pedido en 2005, contestó que la “clarificación” y el discernimiento no estaban aún maduros para una respuesta positiva.  Sin embargo, la celebraciones están autorizadas al pié del cerro, la capilla de Schönstatt, en la que tienen lugar cada sábado a las 17 hs.

 

B: Archivo Laurentin; Mensajes dados por la Santísima Virgen, (1990-1997) –Salta-Argentina, con nihil obstat; con el mismo título una edición privada se publicó en 1997, más completa, pero el nihil obstat no cubre los mensajes ulteriores; Victor Sueiro, periodista, que siguió los hechos en la televisión, publicó un libro en Buenos Aires, 2005.